"El domingo decidí hacer un encuentro con la manada en la finca La Pasionaria, con Vero. Debido a una crisis personal estoy buscándome a mí misma .
Fue un trabajo revelador. Cuando nos acercamos a los caballos, yo sentía mucha desconfianza de mí misma, de poder transmitirles algo de mí. Me acerqué a Román quien, con sus gigantes kilos, me enseñó que yo puedo generar mi propio espacio y registrarme. Le agradezco porque me ayudó a registrar mi capacidad de hacerme respetar con tan sólo cuidar mi espacio, pues mi tendencia era a correrme yo cuando él avanzaba sobre mí, por miedo.
Todo cambió cuando volví a acercarme. Ya no necesité cuidarme.
Después se acercó Nube, una pequeña yegua de 15 años que me contó Vero que es arisca con los adultos. Comencé el mismo trabajo de crear mi espacio sin tocarla y por todos los medios intenté que saliera de mi espacio (estaba poniendo mis reglas). Y acá pasó algo maravilloso para mí: mi tristeza pasó a alegría y sorpresa pues Nube comenzó a galopar y corcovear en círculos alrededor mío y cuanto más le marcaba espacio con mi cuerpo y mi voz ella galopaba más y más. Las crines se pusieron en alerta y Nube brillaba libre y salvaje bajo el Sol. Los teros se volvieron locos. Hubo una revolución y revelación: parece que Nube me mostró mi espíritu.
Cuando yo la conocí parecía vieja y cansada. Jamás imaginé que tendría semejante elegancia y fuerza. Fué un regalo para mí verme reflejada.
Finalmente me acerqué a agradecerle y fue un encuentro muy dulce, como si nos conociéramos ya...
Gracias de verdad, me llevé una enorme experiencia personal.
GRACIAS Vero por captar con tanto detalle lo que yo necesitaba en ese instante.
Puedo confiar, me enseñaste.
Voy por más encuentros, a seguir confiando.”