La eutanasia en los animales domésticos
Me gustaría abordar un tema delicado. Daré mi opinión muy personal
sobre el asunto. Cada uno, lo sé, hace lo que puede. Pero el conocimiento
nos abre la puerta de la conciencia.
La eutanasia es el procedimiento a través del cual se ayuda al “buen
morir”. “Eu” es bueno y “tanasia”, muerte. En la mayoría de las ocasiones,
la decisión es tomada conjuntamente por el cuidador humano y el
veterinario sobre la base de que el animal está sufriendo.
Desde la perspectiva con la que trabajo, partiendo de la premisa
de que el animal viene a nuestras vidas con una misión específica y
concreta, la enfermedad y deterioro que sufre tienen un rol importante
en ese aspecto, si llevamos nuestra conciencia a su significado. Creo
que en la mayoría de los casos, una vez que el humano registra o trae
a su consciente el para qué de esa enfermedad, qué sentido tiene esa
desarmonía en el animal en términos del sistema familiar, el animal
puede partir sin ayuda.
Entiendo la necesidad de evitar el dolor. A nadie le gusta sentir
dolor, o vivir en conflicto. Sin embargo, el dolor tiene un propósito
trascendente para detener la marcha acelerada en la que vivimos y sirve
para ayudar a darnos cuenta. Es un grito desesperado del alma (propia,
o en este caso del animal) para avisar que algo está fuera de eje, en desorden
o desarmonía. Y como no escuchamos, porque estamos apurados
o preocupados o con la cabeza llena de pensamientos, el ser se las arregla
para hacernos prestar atención. ¿Qué es necesario reordenar? ¿Qué
podríamos hacer de manera diferente para que las cosas encuentren un
nuevo equilibrio?
Los animales, como partes de la estructura familiar, son el fusible,
los componentes más sensibles y vulnerables. Escuchar qué tienen para
decirnos y actuar en consecuencia no solo ayudará al animal: será beneficioso
para todos los integrantes del sistema.
En nuestra cultura, lo que solemos hacer cuando algo duele, es tomar
un analgésico para quitar rápidamente el dolor, en lugar de verificar
cuál es la causa y trabajar sobre ella para resolverla. Reconozco que es
difícil, claro. Cuando en el caso de los animales de los que somos responsables
hay un dolor muy intenso, con lo difícil que resulta enfrentar
la situación, muchas familias toman la decisión de terminar con la vida
de ese ser para evitar el dolor tan intenso porque los analgésicos parecen
ya no funcionar.
Propongo preguntarnos cuánto de ese dolor es la propia dificultad
de enfrentar el tormento y la impotencia frente a lo que no tenemos
poder de cambiar. En algunas situaciones no lo tenemos, en otras, sí.
Pero pensemos también qué nos da derecho a decidir tomar la vida de
alguien. Lo que sucede, ¿no estará ocurriendo para algo?
Gracias a mi capacidad de comunicarme con los animales, en ocasiones
en los que los humanos tomaron la difícil decisión de la eutanasia,
supe que ellos no estaban listos para irse, porque todavía había
cosas que necesitaban ayudar a reconocer en sus familias. Pero no dio
tiempo de transmitirlo. Muchas veces, una vez que las personas se dan
cuenta de lo que era necesario, el animal puede irse sin ayuda. En otros
momentos (los menos), piden ayuda porque “ya están listos para irse” y
el proceso es sumamente difícil.
Mi propuesta es que seamos cuidadosos con la decisión de terminar
con la vida de un animal por las razones que sean. Es posible preguntarles
a ellos qué eligen. Qué tan difícil para ellos es atravesar su aflicción.
Estando en su lugar, ¿no te gustaría que te preguntaran antes de hacerlo?
Muchas veces por amor (juro que es emocionante) los animales,
por resonancia energética, toman conflictos no completamente reconocidos
de sus familias y dan su vida por ellos. Lo único que piden
es conciencia. Para eso dan sus cuerpos en ofrenda amorosa. ¿Estamos
dispuestos a ofrecerles ese acto de amor y conciencia a cambio?
Verónica Kenigstein
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