El caldero de la bruja arcoíris. Ep1: Dualidades.

EPISODIO 1_EL CALDERO

El caldero de la bruja arcoíris

Pócimas de autosanación por VeroK

Soy Vero Kenigstein. Humana intensa, creadora, maga y alquimista. Aprendiz de la comunicación y de los vínculos. Maestra en los mismos temas. Aquí desnudo mi alma. Un espacio para sanar, y ser, junto con otros, en resonancia. Bienvenidos al caldero de alquimia de la bruja arcoíris. 

Primera temporada: Confesiones de invierno

 

Poción 1: Dualidades

Sí, vamos de una con la primera confesión: no me gusta el invierno. Me tensa, me contrae, me hacer sentir chiquitita y de mal humor. Sí, sí, hay un romanticismo del fueguito en la salamandra. Pero es tanta leña la que tengo que poner para no tener frío, y encender otra fuente de calor, que naaaa… No me gusta el invierno. Excepto que fuera acompañada. Ahí ya (al menos en mi mente y en mi recuerdo) la cosa cambia. Si, estoy acompañada por muchos seres no humanos, reconozco, pero hablo de otra compañía; vos sabés a qué me refiero.

Empecemos por el principio. Muchas veces me digo que me encantaría tener una terapeuta como yo, para explorar ciertas cosas que me pasan, con el estado de conciencia que tengo y que pueda acompañarme de la manera en la que acompaño a otros. Entonces (representando a mi propia guía), me dije: “y dale, hacelo”. Y como me gusta escribir (y hablar) pensé que podía empezar un blog y/o podcast (o ambas cosas, y aquí empiezan las dualidades de lo que quiero compartir con vos hoy) para poner esa idea, mi necesidad y la solución en práctica. Y aquí estoy, como suelo hacer: haciendo caso a lo que me dictan desde lo sabio. Como siempre digo: magia en acción. 

Aunque sé que muchas veces estamos ciegos frente a nuestros propios puntos oscuros, quizás poniéndolo afuera (escribiendo y hablando) sea más fácil de ver y de integrar. Aquí estoy, sentándome a confesarle a mi terapeuta favorita (mi propio yo superior, que recibe mensajes de mis propios guías y maestros) todo eso que me impregna y me modifica hoy.

Soy una persona muy dual. Tengo dos partes (al menos) muy diferenciadas: una que conecta con la sabiduría de lo eterno, de lo natural, de la esencia de las cosas y comprende, comprende todo. Y otra, igual de intensa y expansiva, que ve todo negro, no entiende nada de lo que sucede en el gran rompecabezas que es la encarnación. Y se asusta, se angustia, se amarga la existencia se dice cosas feas. Sí, ni te imaginás el horror de cosas que a veces esa parte me dice. Son irreproducibles. Y entonces, cuando readquiero un poco de cordura, me recuerdo tratarme con empatía y amorosidad, como hago con mis consultantes.

En esta dualidad, aparecen dos mundos paralelos y simultáneos, a los que a veces les cuesta integrarse. Amo vivir con animales no humanos y en ocasiones me vuelven loca y me sacan canas verdes. Amo vivir en el campo (en el medio de la nada), mi soledad y mi posibilidad de tener mi propio ritmo, mis propios tiempos y decisiones, sin consultar con nadie y a veces extraño sentirme acompañada (presencialmente) por seres humanos con quienes compartir una parte de mis vivencias y hablar en humano. Y esas dualidades se profundizan, hacen una grieta y caigo al abismo. Porque muchas veces mi parte negativa tiene mucha más fuerza que la sabia. Y te juro que se me hace cuesta arriba remontar y volver al equilibrio.

También aparece un presente que construí con mucho amor, esfuerzo y dedicación (y una gran gratitud y autoreconocimiento por todo esto) y la intención de “agrandarme, crecer” para que todos estemos más cómodos y la ansiedad por no tener claro, hoy, cómo hacerlo sin drenarme.

En esta dualidad, que además se presenta en la necesidad de encontrarme con “pares”, ¿sabés qué? Mi cuerpo responde con un síntoma: es muy complejo encontrarme la fórmula de los anteojos, y con los que tengo, o no veo bien, ¡o veo doble! Es así de intensa la creación en lo material, a partir de lo sutil. La magia que se concreta. Claro que a veces los resultados no son los que intenciono.

Por ejemplo, ¿qué me pasa con los animales? Me encanta convivir y compartir con ellos y cada vez que me siento a comer (en cualquiera de las comidas del día) se suben a la mesa (eso en sí mismo no me molesta) y me quieren robar mi comida. Es así todas las veces. El nivel de tensión que eso me produce, te juro, es bestial. 

Otro ejemplo: acabo de adoptar a dos perros adultos que necesitaban una nueva familia (por motivos que no vienen al caso) y todas las mañanas (todas, de verdad) amanece la casa pishada. El olor a pis es insoportable (y eso que salen a la noche tarde, antes de irse a dormir y pasean al menos 4 veces por día). Convivo con 7 gatos y jamás hubo olor a pis en casa. Entonces, la tensión está en mi cuerpo, desde que me levanto.

Tercer ejemplo: les abro la puerta del gallinero a las aves, para que puedan estar libres de estrés y de encierro. Y se toman tan en serio la libertad, que se van fuera del campo. Entonces, han desaparecido gallinas. Me la paso arreándolas para que regresen (como necesito hacer con mi parte oscura, para que vuelva a su lugar seguro).

Todo esto, estoy segura, y por esto te lo estoy contando, tiene un regalo oculto. Pero cuando estoy habitada por la quejosa, la oscura, la tensa, la controladora (ponele cualquiera de esos nombres) no percibo nada más que la tensión en el cuerpo, no veo más que oscuridad, no entiendo nada y me enojo mucho. Esta tensión, tiene adentro, como regalo dual, una invitación a la relajación (te juro que es mi anhelo más profundo en este momento de mi vida: vivir relajada, confiada, satisfecha y feliz). Pero aún no la encuentro. En realidad, no encuentro cómo regresar a ella.

Para eso te escribo y te hablo. Para que me ayudes a verme, a volver a mí, a mi cuerpo blandito y confiado, el de esa que no necesita controlar, y puede y sabe fluir con la vida.

Encuentro entonces la dualidad tensión-relajación, control-fluidez, miedo-confianza, visión doble (los ojos no logran encontrar una sola imagen que integre todo y vea la imagen completa y con profundidad). Te doy ahora la palabra, querido yo superior, para (como me decía la oftalmóloga) encontrar nuevamente mi eje.

 

La creación del elixir de hoy

Lo primero que tengo para decirte, querida Verito, es que celebro tu apertura. Esto que estás haciendo (aunque te asuste como la miércoles) permitirá abrir adentro tuyo ese espacio vacío (después del quiebre) para que entren la luz y la paz que estás necesitando, habiendo movilizado algo que desde hace tiempo está endurecido.

Cada uno de estos fragmentos tuyos, forma parte de tu ser encarnado. Y todos tienen un propósito en tu vida. Lo que pasa es que a veces, al no reconocer la sabiduría que habita adentro de cada una de esas partes, nos polarizamos hacia uno de los extremos y ese lado toma todo el poder. Esta primera parte del proceso es lo que estás haciendo: reconocer, abrir, expresar para que no quede encapsulado y rígido (como aparentemente está ahora). Abrir, reconocer, dar espacio, validar y valorar son actitudes sanadoras y sabias. Entonces, lo primero que quiero decirte es: lo estás haciendo bien. 

Las incomodidades, las tensiones, son un indicador de que algo requiere una transformación, una muerte, como parte del ciclo vida-muerte-vida. Y menos mal que aparecen. Las crisis son para eso, para romper un estado de cosas que ya no está vital y que necesita remover lo estancado. Te estás dando cuenta de que algo es necesario modificar para permitir la evolución de tu alma encarnada en tu cuerpo para poder cumplir a cabalidad con tus tareas: el aprendizaje del alma y la misión de vida.

Es posible que los animales te estén trayendo dos registros: el primero, algo que sabés que muchas veces necesitás aprender a discriminar, son los límites. Marcar con claridad el borde entre lo que sí y lo que no, los “hasta dónde y hasta cuándo”. En ocasiones, tu creencia de que debés ser “buena, solidaria, ayudadora” difumina ese borde. Los animales te vienen a mostrar que tu ser está pidiendo a gritos que lo registres y lo definas.

Lo segundo, muy probablemente, tenga que ver con marcar el territorio (como hacen los perros, que están, en su propia experiencia, reconociendo un nuevo territorio y haciéndolo propio). Que no siempre es espacial, a veces tiene que ver con habitarnos, vivir en el presente en el propio cuerpo, respirando, registrando, sin irse al pasado ni al futuro, sino validando el presente y sus regalos, sus dones, sus “presentes”, que son exactamente eso. Y agradecer, agradecer profundamente todo lo que has logrado, lo que fuiste construyendo y recibiste.

Y finalmente, lo más probable es que haya un gran regalo en esto que tiene que ver con la paciencia, con practicar la calma y la relajación frente a situaciones que desafíen tus expectativas y los tiempos de tu mente. Las cosas van ocurriendo en co-creación, no son solo una creación propia, cocreamos con el universo, del que forman parte distintos seres y circunstancias.

Te propongo que confíes: en la vida, en vos, en mí, en tus guías (ya sean encarnados en los animales o espirituales sin cuerpo), en que si soltás y dejas que la vida te vaya llevando (sin perder el registro de que hay ciertas cosas que sí dependen de vos, pero no todas) descubrirás que es mucho más fácil de lo que pensabas. Sabé que no estás sola. Te lo prometo. Hay muchos seres que nos acompañan todo el tiempo. Es más fácil percibirlos estando blanda y suelta. Ya lo sabés: nos vamos al infinito.

Tarea para vos: buscar alguna otra actividad presencial en la que participe el cuerpo en movimiento. Y también meditar y respirar conscientemente todos los días.

Nos encontramos en la próxima pócima.

 

VeroK